Una sonrisa sincera
Sergio Mejía Cano
En verdad que enternece ver a la mayoría, si no es que a todos los candidatos, abrazar a personas de la tercera edad o niños en su afán proselitista, mostrando también una sonrisa que muy difícilmente se les va a volver a mirar después de terminar esta campaña electoral.
Si bien se dice que generalizar es ya estar errado, en este caso se puede asegurar que esa sonrisa que muestran los candidatos en sus fotografías o videos en muchos de los casos es más falsa que un billete de tres pesos.
Muestran una sonrisa que demuestra en mucho su hipocresía sobre lo que en realidad sienten por quienes están abrazando o tomándose la foto o video, ya que se dice que cuando una persona sonríe, esa sonrisa para que sea sincera se tiene que reflejar en los ojos que son los que complementan una sincera sonrisa; pero en el caso de los candidatos a puestos de elección popular y cuyas fotos aparecen en pendones callejeros, en trípticos o volantes que avientan a las casas y en medios de comunicación, su sonrisa en dichas fotos deja mucho qué desear en cuanto a reflejar que así hayan sonreído ante extraños siempre en su vida.
Comenta una persona que está versada en el asunto de propaganda política, que es muy laborioso saber escoger la mejor fotografía de un candidato en donde se crea que es la sonrisa que más le favorecerá en lo sucesivo porque esa foto será de primordial importancia ante los ojos del público elector, así que se tienen que hacer infinidad de tomas para poder sacar la sonrisa más adecuada y que parezca de lo más espontánea y original; que en muchos de los casos los candidatos al tomarse la foto que será la principal para su propaganda nada más hacen una mueca como sonriendo que más bien parece la sonrisa del Guasón, el personaje de Batman, pero los ojos permanecen fijos, sin expresión que refleje que en verdad están sonriendo francamente. Que incluso, según este propagandista, ha habido ocasiones en que ahí mismo en el estudio en donde se están tomando las fotografías, se le tienen que contar chistes o chascarrillos a los candidatos para sacarles la risa y así aprovechar la toma de una sonrisa más o menos sincera.
Sin embargo, esa sonrisa que se les ve a los candidatos en las fotos y videos, jamás se les vuelve a ver pasados los comicios electorales; y menos que anden abrazando viejitos –ambos sexos- o niños en la calle, y menos aún en sus oficinas en donde ya ni reciben a esa gente que antes abrazaban y les prometían las mil y una noches.
Se ha documentado que ha habido políticos tanto locales como federales que si bien andaban abrazando personas de la tercera edad para conseguir el voto de la gente, posteriormente ni siquiera los reciben en sus oficinas cerrándoles las puertas o aduciendo un sinfín de trabajo para no recibirlos; y se dice que ha habido políticos que se les ha escapado la expresión de que no los reciben por pedinches y porque no los soportan por sus aromas corporales; pero ¿cómo sí los llegaron a abrazar y apapachar cuando andaban en campaña?
¿Alguien ha visto volver a sonreír a un político después de las elecciones? La mayoría, si no es que todos, a diario aparecen con una cara adusta, como si estuvieran siempre disgustados; otros hasta se ven como si trajeran un pedazo de excremento bajo la nariz por el gesto que muestran. Esa sonrisa con la que se les vio en campaña, jamás vuelve a aparecer en su rostro hasta cuando llega un político de altos vuelos y lo reciben sonriendo para no caerse del mecate, pero ya una vez pasada la euforia de la visita de un connotado servidor del país, vuelven a su mutismo que lo acentúan más cuando alguien del pueblo trata de acercárseles.
Vamos a ver quién de los servidores públicos que sea favorecido con el voto popular vuelve a su distrito a abrazar jóvenes de la tercera edad, niños harapientos o no; y a ver cuál de estos neo servidores públicos se allega a su distrito para preguntar a sus representados cómo es que quieran que emita su voto en equis iniciativa de ley o a ver quién de los diputados o senadores nayaritas viene a preguntarle a la gente de la costa que si están de acuerdo a que se vendan para siempre los terrenos aledaños al Mar para que pasen a ser propiedad de los extranjeros y así ya no permitir que los mexicanos disfruten de las playas que antes se consideraban como suyas; y esto con el cuento de no dar una mala imagen a los extranjeros y para que estén tranquilos y no piensen que los mexicanos contaminarán sus playas con sus presencia.
Sea pues. Vale.
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