La educación en la era del “Gran confinamiento”
Marco Vinicio Jaime
“La nueva realidad”, tras la hecatombe pandémica del Covid-19, alcanzó también una parte sensible del desarrollo social: la educación, pues su trastoque a partir del “Gran confinamiento”, vino a introducir un escenario totalmente nuevo, en el que las autoridades de los tres niveles de gobierno, tuvieron que responder de inmediato con esquemas experimentales que, los docentes a su vez, tradujeron en la continuidad de la enseñanza a como dio lugar -echando mano de las Tecnologías de la Información y la Comunicación, todo a distancia-, siendo conscientes que ya no habrá marcha atrás: lo ganado y lo perdido (como oportunidades de mejora) en este trance, será prácticamente la base fundamental para construir la estrategia educativa de cara al peculiar regreso a lo que conciben “la nueva normalidad”.
Es así, en el marco de un antes y un después, que el peso del Maestro hoy, radica en el reconocimiento a todos los profesionales de la educación que refrendarán como nunca antes su vocación, su resiliencia profesoral y su valentía en la alborada del nuevo ciclo. ¿Qué depara a la sociedad, con la abrupta modificación de sus patrones psicosociales y de su consecuente papel en la dinámica social? ¿Cuál será el reto de las autoridades con la restructuración de tal política educativa que vaya acorde con un entorno de evidente reconstrucción económica-productiva, política, social, sanitaria y cultural; y del Maestro para entender el cambio en su propio campo de acción y actuar en consonancia?
Educar por y para la vida, ha sido la esencia de la misión educativa, y plasmada desde siempre en las garantías constitucionales, como un derecho fundamental. Por ello, la vigencia del artículo 3º de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, posee un significado especial, según reza el párrafo cuarto: “La educación se basará en el respeto irrestricto de la dignidad de las personas, con un enfoque de derechos humanos y de igualdad sustantiva. Tenderá a desarrollar armónicamente todas las facultades del ser humano y fomentará en él, a la vez, el amor a la Patria, el respeto a todos los derechos, las libertades, la cultura de paz y la conciencia de la solidaridad internacional, en la independencia y en la justicia; promoverá la honestidad, los valores y la mejora continua del proceso de enseñanza aprendizaje”.
El Numeral II, inciso C, de este mismo artículo agrega: “Contribuirá a la mejor convivencia humana, a fin de fortalecer el aprecio y respeto por la naturaleza, la diversidad cultural, la dignidad de la persona, la integridad de las familias, la convicción del interés general de la sociedad, los ideales de fraternidad e igualdad de derechos de todos, evitando los privilegios de razas, de religión, de grupos, de sexos o de individuos”.
Así, la educación entonces que se persigue en la ley, se finca en un enfoque por competencias, en una educación para la vida productiva, de valores y del bien común, o lo que es lo mismo: “Adquirir conciencia del espacio, reconocer una pertenencia espacial, valorar la diversidad espacial, asumir los cambios en el espacio, saber vivir en el espacio”. Y siendo de esta forma, se podrá dar paso con mayor facilidad a lo establecido en el Artículo 4º, párrafo V: “Toda persona tiene derecho a un medio ambiente sano para su desarrollo y bienestar. El Estado garantizará el respeto a este derecho. El daño y deterioro ambiental generará responsabilidad para quien lo provoque en términos de lo dispuesto por la ley”.
Asimismo, la Constitución Política del Estado de Nayarit, menciona en el Artículo 7º, fracción XIII, numeral 3: “Los niños, las niñas y los adolescentes tienen derecho a vivir y crecer en forma saludable y normal en un nivel de vida adecuado para su desarrollo físico, mental afectivo, moral y social, en el seno de la familia, la escuela, la sociedad y las instituciones, así como a ser protegidos contra cualquier forma de maltrato, perjuicio, daño, agresión, abuso, o explotación. En condiciones de libertad, integridad y dignidad; por lo que las leyes que se promulguen para tal efecto, deben de atender al interés superior del menor”.
La educación por tanto, teniendo como ideal una enseñanza para saber vivir en armonía con el entorno natural y social, deberá facilitar las herramientas informativas, intelectuales y de actitud requeridas para la evolución favorable de la colectividad, y en lo subsecuente coadyuvar a la inserción ordenada, responsable y coordinada del pueblo a la productividad continua.
Se vuelve imprescindible pues en el presente nuevo capítulo del devenir, revalorar la importancia de impulsar reformas en verdad fincadas en los intereses ciudadanos, a efecto de garantizar cada vez mayores esquemas de coparticipación, que es sin duda, uno de los elementos más importantes inclusive para la regeneración del tejido social, según se establece en el párrafo XI, del artículo 3º Constitucional, en lo referente a la propia participación popular: “A fin de dar cumplimiento a lo dispuesto en la fracción II de este artículo, el Ejecutivo Federal determinará los principios rectores y objetivos de la educación inicial, así como los planes y programas de estudio de la educación básica y normal en toda la República; para tal efecto, considerará la opinión de los gobiernos de las entidades federativas y de diversos actores sociales involucrados en la educación, así como el contenido de los proyectos y programas educativos que contemplen las realidades y contextos, regionales y locales.”.
En la educación, por lo menos, concurren cuatro actores claramente identificados: autoridad, magisterio, educandos y sociedad (padres de familia), y en donde se busca la aportación responsable de cada cual; y es como queda claro la importancia de dar cauce a las demandas del pueblo, más aún hoy, que la nueva realidad lo exige; la nueva normalidad urgirá en concordancia de la impronta ineludible de interpretar acertadamente el tiempo y las circunstancias vigentes, en aras del beneficio que ya merece la sociedad. ¿Podrá verse pronto?
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