El dólar no es lo que parece
Por: Sergio Mejía Cano
El dólar
llegó en días pasados a estar por encima de los 15 pesos; pero hoy, amanece
inexplicablemente a $12.55 pesos. Inexplicablemente porque mucha gente nos
preguntamos cómo es que se maneja la economía del país siempre supeditada al
valor del dólar, siendo que nuestro país cuenta con plata y oro para acuñar una
moneda fuerte. Sin embargo, la respuesta la dan constantemente los economistas
y sobre todo los secretarios de Hacienda en turno, diciendo que el dólar es el
índice referente.
¿Por qué el dólar, que es una moneda
extranjera tiene que ser el índice referente de nuestra economía? Obviamente
por la sumisión de los gobiernos mexicanos al vecino país del norte, y no
porque la población mexicana en sí se deprima más en su economía que ya no da
para más, sino por no perder los ricos de México y por ende muchos de los
políticos y funcionarios que de la noche a la mañana se conviertes en
importadores o exportadores de diversas mercancías y otros productos, prebendas
y beneficios que les acarrea estar bien con los gobiernos gringos. De ahí que
se entienda de que el gobierno estadunidense sea el que esté dictando a cómo
venderá su moneda; y ¡ay!, de aquél país que no acate las reglas desde allende
el río Bravo, so pena de sufrir severos estragos en su economía, pero como está
dicho: no para que se afecte aún más al grueso de la población, sino para que
los gobiernos que no acaten los dictados del tío Sam no queden mal con sus
ciudadanos con poder adquisitivo alto, así como inversionistas tanto de la
Iniciativa Privada nacional, como extranjera.
Cuando ganó las elecciones
presidenciales Salvador Allende, en la hermana República de Chile, a principio
de la década de los años 70 del siglo pasado, el presidente gringo era en ese
entonces Richard M. Nixon, quien se molestó sobremanera por el triunfo del
señor Allende Gossens, y más, cuando éste publicó su programa de gobierno
popular que implicaba la expropiación de varias compañías gringas establecidas
en Chile, como la ITT y otras que tal y como es su costumbre, sangran nada más
al país en donde se establecen; por lo que en algunos medios se informó que
dejando de lado todo protocolo y ecuanimidad, sin pensarlo dos veces gritó a
sus encargados de finanzas sin mediar que había otras personas en su entorno,
que hicieran “chillar la economía chilena”, que devaluaran su moneda para no
dejarle margen de maniobra económica al flamante presidente chileno. Entonces,
se entiende por lo mismo que desde la Casa Blanca (la de Estados Unidos de
Norteamérica, no la de las Lomas de Chapultepec), se dictan las medidas
económicas y otras más a seguir en todos los países “aliados” de los gringos.
Pero para no ir tan lejos, en el
sexenio del presidente Luis Echeverría Álvarez (1970-1976), al entonces
gobierno gringo no le pareció nada gracioso que Echeverría Álvarez se les
quisiera salir del huacal, pues se documentó en su momento que a pesar de todos
los males que se le achacaban a don Luis, éste estaba resultando una piedra en
el zapato del gobierno gringo porque no se quería someter al cien por ciento
con los dictados gringos, y menos cuando Luis Echeverría fue el que puso el
precio a los productos de exportación, cosa que primeramente causó risa al
gobierno gringo, pero cuando vieron que iba en serio le dieron el golpe bajo de
la devaluación del peso mexicano frente al dólar ya en el último año de su
mandato, en 1976 en que el dólar estaba a $12.50 pesos, y a mediados de 1976 se
fue arriba de los 20 pesos. ¿Y todo por qué? Porque don Luis tuvo la
osadía de decirles a los gringos que si querían productos mexicanos les iban a
costar tanto y no al precio al que estaban tan acostumbrados los gobiernos
gringos a imponer. Lo que más enfadó a los gringos, fue el as que tenía bajo la
manga Echeverría Álvarez: ya estaba apalabrado con otros países de Europa para
enviarles productos mexicanos a buen precio, desde luego que hizo el gobierno
mexicano de exportar mercancías mexicanas a países europeos, por lo que don
Luis se cayó de la gracia del gobierno gringo, tanto así, que una vez que dejó
su mandato, fue enviado por su sucesor, José López Portillo, como embajador a
las Islas Fidji, bajo aquél lema que apareció en muchos diarios de la época:
“¿Tú también Luis?”, frase atribuida a que supuestamente don Luis había roto la
regla imperante desde siempre en el país, de que un presidente saliente
permaneciera callado sobre el actuar del sucesor. Y desde entonces don Luis no
ha visto llegar la suya.
Sea pues. Vale.
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