La salud política y la salud pública
Por: Marco Vinicio Jaime
México atraviesa circunstancias cada vez más infaustas según las mediciones recientes dadas a conocer por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), luego de situársele en la posición de mayor precariedad de la región: con la nada deseable cantidad ya de 53 millones de pobres; lo cual no hizo más que refrendar una realidad que lacera a las mayorías: la miseria y el consecuente decrecimiento del poder adquisitivo que deviene a su vez de la evidente concentración de la riqueza en unas cuantas manos e inequidad (que no poca iniquidad) en su administración.
Así, cobra gran sentido la preocupación del representante estatal del movimiento social “Juntos podemos”, el doctor Miguel Ángel Navarro Quintero, quien en efecto lamenta que hasta el momento no se haya prestado atención al factor clave en todo esfuerzo de búsqueda del bien común, que garantiza avance y solución: la prevención. Y tiene razón, puesto que a decir del reputado filósofo Séneca si “los males previstos resultan menores”, el impacto de la crisis presente bien pudiera haberse estado superando con una buena estrategia fincada en la transversalidad, es decir, con sendos lineamientos impulsados desde el centro y reproducidos eficazmente en provincias, y más aún, las que cuentan con el irreductible compromiso correligionario. Pero la realidad ha dejado al descubierto todo lo contrario: los ilícitos de una clase (a)política y sus cercanos, desenvueltos en todo tipo de excesos: robusteciendo su patrimonio a costa de la pobreza y la salud de sus propios representados, donde inclusive la insensibilidad es tal que las instituciones de salud públicas mismas maltratan a los que menos tienen, según el testimonio de afectados difundido los últimos días en la Entidad, en contra de supuestos abusos perpetrados en el Hospital Central; así, de igual forma, de acuerdo a la sentida queja también de un importante sector de la industria de la construcción planteada ante el Congreso local, el triunfalismo de la obra material va íntimamente ligado a lo turbio de la ganancia habida de por medio en beneficio de tan solo unos cuantos ligados al poder.

La política, afirma el Senador, nada tiene que ver con la politiquería de las mentiras, las limosnas y el indigno regateo de beneficios, sino más bien constituye la herramienta de comunicación más importante para solucionar los problemas, puesto que conlleva a todo un comportamiento fincado en la sensibilidad y los valores; lo que no se compra con mercadotecnia ni cuanto más artilugios falaces; se posee, porque se aprendió en la familia y se practica y se vive todos los días, las 24 horas del día, dentro y fuera del hogar. Y esto, tiene una gran lógica, ya que por los hechos se reconoce a los hombres. De modo que la sensibilidad genuina parte de los atributos que en su momento definió Sócrates para el desempeño de un buen juez: “Escuchar cortésmente, responder sabiamente, ponderar prudentemente y decidir imparcialmente”. Pero, ¿qué sucede cuando no se escucha?, simplemente el desempeño se genera con una total ausencia de sentido común, de prudencia e imparcialidad, y así, para el caso de los gobernados su repudio se vuelve patente, en el mejor de los casos, con voto de castigo en las elecciones, o en lo que lamentablemente se está volviendo una vía común: las manifestaciones y la protesta masiva y virulenta.
Siendo de esta manera, Navarro urgió un gobierno que ya esté a la altura de las demandas de la sociedad, y con todo confió en que las próximas elecciones estarán caracterizadas por un gran debate y competitividad en aras del cometido. ¿Será posible entonces que se genere la transformación que ya esperan los ciudadanos, y termine de una buena vez el oscurantismo político, democrática, cultural y comunicacional al que se les ha confinado por la escasa preparación y poca honestidad de unos cuantos? Habrá que estar muy atentos.
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