6 de febrero de 2015

CUESTIÓN

Comunicación y gobierno



Por: Marco Vinicio Jaime

“Lo que es necesario hay que hacerlo posible. Sin embargo, conviene no olvidar la idea correlativa: Toda exigencia que pretenda ignorar la realidad nacional y clame por ventajas impropias, mientras otros carecen de todo, no sólo es egoísta e inhumana: merece el anatema social.”
-Adolfo Ruiz Cortines.

El desenvolvimiento armónico y las acciones garantes de reciprocidad fructífera, constituyen en sí pilares esenciales para una adecuada interacción entre los individuos, toda vez que la sincronía, en este caso, deviene en parte de una eficaz comunicación que abona a la pluralidad respetuosa y empática, ideal  regente de la propia dinámica social. En lo sucesivo, es que encuentra sentido la ampliamente conocida frase del “Benemérito de las Américas”, Benito Juárez García: “Entre los individuos como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno, es la paz”.


Así, el ejercicio gubernamental en la singular responsabilidad de representar los intereses colectivos, no solo conlleva la obligación constitucional de “respetar la ley y hacerla valer” (que ya es gran reto que muy pocos alcanzan satisfactoriamente, vale decirlo), sino de dar un paso más allá y recabar fielmente el sentir popular, a efecto de saber la mejor manera de alcanzar el objetivo,  y comprender asimismo–en su tiempo y circunstancias-  la ineludible importancia de hacerlo sin menoscabo de nadie: en bien de todos y para todos pues, lo que parte precisamente de esa interacción genuina que solo permite la comunicación política, e indefectiblemente enriquecida con una igual de eficaz comunicación social, la que suma, integra e impulsa tal sinergia de beneficios y responsabilidad compartidas.

De conformidad, el éxito de cualquier programa de marketing depende de manera sobresaliente, de la reproducción estratégica del devenir gubernamental, que está debidamente fincada en la transversalidad; es decir, cuando se garantiza un avance en la misma dirección, y se proyecta verdadera coordinación; de lo contrario, se cae en un círculo vicioso de “puertas [cerradas] que niegan lo que esconden”, de sectarismos, y de simulación, del decir y el hacer lo opuesto, trayendo como resultado, el descrédito, el debilitamiento del principio de autoridad, y en el mejor de los casos, los descalabros en las elecciones mismas.

De ahí que la gente no perciba mayor concepto de la política y de marketing, que el beneficio particular y el esfuerzo a como dé lugar por permanecer en tal comodidad respectivamente.

No obstante, hasta ahora, la buena comunicación parece representar una meta cada vez más difícil y lejana, en virtud de la escasez de oficio político presente en la creciente oleada de personajes que han arribado a los puestos de autoridad, carentes precisamente de toda sensibilidad, de todo oficio, que les permita comprender que su trabajo es servir de veras, no servirse de los demás en un “golpe de suerte” que los transforma por completo, o en efecto solo los exhibe tal como son, para obtener lo que quizá en otras circunstancias jamás obtendrían. Por ello, cuán importante es que la transversalidad se derive en primer lugar, de la sensibilidad, del oficio político, de la legalidad y el buen comportamiento de los gobernantes y representantes populares mismos, porque si no es así, tan simple como que la ecuación queda incompleta, y por más prestidigitación, es ineluctable el fin descrito por el estadista Edward Kenedy: “En política sucede como en las matemáticas: todo lo que no es totalmente corrrecto, está mal”.

Con todo, es sumamente favorable cualquier esfuerzo que tienda a alcanzar mejoras en el quehacer político-gubernamental, y más aún que apueste por el establecimiento de parteaguas en aras del fortalecimiento de la confianza ciudadana. Decía el filósofo chino Confucio que “gobernar es rectificar”, porque es en la practicidad del perfeccionamiento continuo, que se puede lograr la eficacia, y marchar al ritmo de los retos que va planteando la vorágine social: qué se ha hecho, tanto aquello probado como un bien, como lo que representa sin más una oportunidad coyuntural de evolución y crecimiento.

En este marco, la llegada del nuevo titular de Comunicación social de Gobierno del Estado, Rafael G. Vargas Pasaye, comporta precisamente por hoy, ese giro saludable que bien podrá sentar las bases para robustecer una área tan neurálgica en la vinculación del Gobierno y sociedad, que es la comunicación, lamentablemente muy poco atendida y entendida precisamente por el problema general tan característico de nuestros tiempos: la paradójica incomunicación en la “aldea global” que ha hecho posible la tecnología, acorde a lo predicho en su momento por el canadiense Marshall Mcluhan. Todo ello, a efecto de asegurar una  correcta y fluida comunicación al interior y extramuros, sumando y tendiendo puentes, tantos como se requieran, justo en “la esencia de la democracia”, que es “el compromiso”, según decía  Kelsen.

Vargas Pasaye, posee la preparación requerida para trabajar y lograr buenos resultados, ¿podrá cumplir con el cometido? El Ejecutivo de cara a la conclusión del presente Mandato Constitucional, puede hacerse de una  mejor imagen, auxiliándose de lo que en su momento llegó a realizar el emblemático Presidente Adolfo Ruiz Cortines, recordado por su disciplina, entereza y esfuerzos contundentes por la transparencia y la entrega de buenas cuentas. Dice el historiador Enrique Krauze: “Ruiz Cortines concebía su trabajo simplemente como el de un buen administrador: poner orden, cuantificar necesidades, establecer prioridades, delegar en personas competentes, llevar seguimiento del proceso, verificar resultados. Su gestión se caracterizó por la atingencia de sus medidas y la sensatez de sus proyectos”.

Siendo así, el reto está pues sobre la mesa. ¿Se superará? Habrá que estar muy atentos.

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