La nueva normalidad que postra a políticos y gobernantes
Marco Vinicio Jaime
La nueva normalidad, apenas comienza a mostrar su verdadero rostro: ahora políticos y gobernantes sucumben con mayor impacto ante el indomable y mortal virus del SARS-CoV-2, fuente del coronavirus Covid-19, recrudeciendo como efecto colateral inmediato el desafío colectivo por la supervivencia. Ése es pues cuando menos, el mensaje que se está proyectando a cabalidad: la pandemia que desborda y rebasa toda estructura institucional.
Desde el reciente contagio del Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, que trastocó sin duda su propio desenvolvimiento cotidiano e imprescindible para el funcionamiento de su peculiar ejercicio mediático y de control hegemónico, al del Gobernador Antonio Echevarría García, para el caso de Nayarit, ponen en claro las dimensiones de un mal que pareciera ha cobrado poder en vez de disminuir pese a los esfuerzos titánicos de los distintos países, incluyendo por supuesto México, por la adquisición y la distribución de la vacuna.
En consecuencia, el semáforo de riesgo pandémico de la Secretaría de Salud Federal, dio a conocer una gran verdad que, justo es decirlo, en los hechos ya estaba presente desde hace un buen tiempo: el país retrocede a estado de ‘máxima alerta sanitaria’, es decir, al color rojo, con 13 entidades, incluyendo Nayarit (con saldo, al corte del domingo 31 de enero, de 9 mil 904 casos acumulados, mil 576 activos, 7 mil 033 recuperados y mil 295 defunciones); 17 en naranja, y apenas dos en amararillo: en definitiva Campeche y Chiapas, que llevaban un par de meses en verde, cayeron nuevamente frente al incremento significativo de contagios y decesos. Así, se tiene una demoledora estadística a nivel nacional de 158 mil 536 muertes, y un millón 864 mil 260 casos de enfermos acumulados.
El escenario antedicho comprende el reflejo indefectible de fallos en la estructuración de tal comunicación entre los diferentes poderes y órdenes de gobierno, que tendió más a polarizar o dividir con futurismos electoreros, desequilibrios y omisiones en el tema económico, y propiciar bandos politiqueros, en vez de haber sido factor de lucha armónica, que es lo que urge hoy: unificación de criterios, voluntades y un alto sentido de congruencia con responsabilidad para el entendimiento pleno del momento que se vive, motivando con ello a su vez la toma racional de decisiones para proteger la vida, la salud y la subsistencia de la sociedad, según las necesidades de cada sector.



No obstante, para el analista político Carlos Fránquez Villaseñor, la situación es muy grave, sin embargo se ha privilegiado más el interés politiquero y de lucha por el poder mismo, de ahí que la comunicación y el flujo informativo requerido haya sido hasta ahora deficiente, coadyuvando significativamente al comportamiento cuestionable tenido por una gran mayoría ciudadana, fundamentalmente durante las pasadas festividades de fin de año. De tal suerte que el Presidente, consideró, debe dar más énfasis a la emergencia sanitaria en coordinación con los estados, que a una estrategia mediática, dentro de la no descartable posibilidad de haber simulado su enfermedad, de ahí su notable reaparición en un video, demostrando contra todo antecedente de convalecencia común frente al virus SARS-CoV-2, una sorprendente recuperación. En tanto, explicó, definitivamente la clase política debe adaptar sus estrategias de comunicación a la realidad que se vive, que por ahora, no se han visto mayores factores al respecto, quizá por la aparente inactividad que generan los todavía reacomodos finales en torno a la consumación de las candidaturas en los diferentes partidos y coaliciones, a la par de la calendarización respectiva.

Con esto, resulta lógico entonces la reacción tenida por parte del Presidente López Obrador de sacar fuerzas de flaqueza y hacerse presente con un mensaje a los mexicanos y al mundo: por experiencia propia ahora sabe que la pandemia es en serio, y cuánto lo es, y más desde su responsabilidad como jefe del Ejecutivo, cuya ausencia en un momento crucial puede ser fuente de efectos imprevisibles, pero sobre todo cuando su presencia se exige sea, sin más opción, elemento clave en pro de la unificación del país en un solo objetivo, ganar para la vida del pueblo con todo el poder y los recursos que ello requiere, inclusive a efectos de garantizar organización y orden en la vacunación de todos los mexicanos, no ganar por ganar y por el poder mismo, que sería muy lamentable y con cuantiosas e irreparables pérdidas.
Es un hecho asimismo, que el oficio político y la poderosa comunicación que de éste deriva, permite entender con la suficiente antelación y sin necesidad de medidas oficiales o por decreto institucional como la resolución misma del Instituto Estatal Electoral de Nayarit (IEEN) de prohibir proselitismo alguno que implique reuniones masivas o descuido de la sana distancia, que la salud y la vida son la prioridad, y hay que salvaguardarlas a la par de propuesta prácticas para la manutención, que por lo visto, será el reto que día con día se tendrá que sortear, y en la medida en que los hoy aspirantes, posteriormente candidatos y después representantes populares y gobernantes sean capaces de verlo y marchar en consecuencia, será en ésta que habrán cruzado el umbral hacia una nueva normalidad que tendrá todos los cambios drásticos y desafiantes inimaginables, pero un factor común siempre los caracterizará: el sentimiento y el deseo imperecedero de justicia, de desarrollo y de vivir en paz. ¿Quiénes y cómo finalmente habrán de superar este trance? Está por verse.
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