Alianzas 2021: ¿es simplemente ganar o gobernar?...
Marco Vinicio jaime
El proceso electoral 2021 continua su curso, y dado el comportamiento del sistema partidario, de expresiones políticas -afines y no afines al poder en turno- y de aspirantes a los diferentes cargos que estarán en disputa, que en su mayoría buscan la creación de alianzas y candidaturas comunes, hoy como en ningún otro tiempo cobra relevancia poner a discusión y esclarecer los motivos fundamentales de una coalición: ¿se busca solamente ganar o realmente gobernar para todos?
Es ampliamente conocido que las alianzas que han obtenido la “victoria” en contiendas electorales los últimos años, difícilmente se han puesto de acuerdo para hacer un buen gobierno y cumplir con todo aquello que pactaron en campaña, en función de los fuertes intereses de cada actor involucrado que, una vez empiezan a ejercer el poder, afloran para intentar adquirir a como dé lugar y al costo que sea, la consumación egoísta e ilícita de sus propios beneficios, recuperar con creces lo que invirtieron y cuánto más dividendos para enriquecer su propio peculio (a)político o patrimonial, de ahí que más pronto que tarde terminan divididos justo en medio de una pésima gobernanza de graves daños y retrocesos para la ciudadanía; e inclusive algunos, solo se dedican a mal desempeñar una labor politiquera pensando en las próximas elecciones. ¿Qué es por tanto lo que se requiere?
La reflexión intramuros en cada partido
En la presente nueva realidad política, se torna imprescindible por ello la reflexión ex profesa, luego de una autoevaluación por parte de cada fuerza política que aspira participar, toda vez que ya no será viable reproducir los mismos vicios y fardos que en la era pre pandémica -con muy escasas excepciones- les facilitaron la prestidigitación que los llevó a lucrar con las demandas del pueblo desde los espacios dedicados por mandato constitucional a su noble representación.
La evolución de las necesidades de cada sector de la sociedad, hoy exige mucho más que alianzas y acuerdos de cúpula, cuando no existe siquiera un eficaz programa de comunicación política y social, la cual sobrepasa con mucho el simple recorrido, o en el mejor de los casos el saludo del aspirante, gobernante o candidato que se presenta ocurrentemente en ejidos, pueblos, comunidades o colonias, para simular acercamiento con las personas, luego de que su objetivo no está fincado en el entendimiento de tiempo, circunstancia, entorno y sociedad, sino en la adhesión fácil e inmediata de simpatizantes y votos.
Si la política es comunicación, y en la nueva normalidad las necesidades ciudadanas se revistieron de matices totalmente desafiantes e inéditos, es preciso renovar entonces las líneas de acción comunicacional que sumen, atiendan y comprendan a cabalidad el sentimiento colectivo.
Ganar VS gobernar
En democracia, que en su definición etimológica es el “poder, la autoridad o gobierno (kratos) que emana del pueblo (Demos)”, un proceso electoral, junto con sus etapas de organización, contienda y posterior clímax en la jornada de emisión del sufragio, tiene su razón de ser en el fortalecimiento de la decisión popular, en un marco estratégico para el establecimiento de contrastes entre cada una de las diferentes ofertas partidistas que tendrán concurrencia, de ahí que en estricto apego de los lineamientos constitucionales y las reglas de desenvolvimiento correspondiente, tales actores poseen la nada sencilla tarea de proponer soluciones reales y de gran valía por su factibilidad y reflejo del sentimiento social, no de los candidatos, partidos o el gobierno en turno, a efecto de lograr superar el primer filtro de la credibilidad ciudadana, sumar su confianza y el porcentaje necesario para obtener el triunfo.
Sin embargo, el ganar no es más que tan solo el inicio de la verdadera batalla, que muy pocos han logrado sortear: el transitar de la trinchera electoral a la de estructurar un verdadero plan de gobierno que permita cristalizar contra todo viento y tempestad (sin las contraproducentes quejas, reparto de culpas a los que se fueron y la incongruente justificación del “no hay dinero”, contra la más que evidente bonanza cupular de los amigos, los compadres y demás afines), todo lo prometido en campaña, que en esa medida particularmente hoy, el pueblo mide la eficacia de la gobernanza.
Así, gobernar con eficacia entonces, es meta esencial cuyo medio para llegar en el momento y lugar precisos, comporta un proceso electoral con su etapa de contrastes para exponer con total claridad e inteligente interacción transversal hacia la ciudadanía el qué, cómo, cuándo, dónde y por qué, de lo que se pretende llevar a cabo una vez se arribe a la delicada encomienda del Mandato popular; porque cuando el fin se concentra en ganar, esa etapa de contrastes se tergiversa y deriva en luchas campales donde la “guerra sucia”, las diatribas y las descalificaciones de todos y contra todos, o en su efecto, la mentira, el artilugio y la simulación sectaria de los monólogos, de los que se asumen como punteros, termina imponiéndose con resultados funestos para la democracia, sea quien sea el ganador, que en todo caso, serán triunfos con más sabor a derrota, oscuridad y preludio de un peor ejercicio que lo que esperan los ciudadanos erradicar.
De conformidad, para la Unión de Columnistas y Articulistas de Nayarit (UCAN), la nueva normalidad de la era pandémica, dio paso a una reconfiguración del escenario donde sumar para gobernar es la única vía de solución a los graves flagelos que representa aún la mortal enfermedad de Covid-19, la crisis económica y sus devastadores efectos en el decrecimiento del poder adquisitivo a contrapelo de la alza de los productos básicos; la inseguridad, el reto de asegurar educación de calidad y cobertura, y condiciones de vida digna para todos. De tal suerte que el proceso electoral será prácticamente la antesala para observar con hechos de probada eficacia quién logró actualizar sus cánones con oficio político y comunicacional, y conoce “su tiempo y sus circunstancias” en la imprescindible urgencia de garantizar un gobierno ejemplar.




Nayarit, ¿a la altura del proceso electoral 2021?
La cuestión pues es clara: ¿“el tiempo y las circunstancias” de cada partido y sus aspirantes, es coincidente con su desenvolvimiento y con la compleja nueva realidad política? La jornada electoral del 2021 será sin duda una prueba sobresaliente de qué tanto se comprendió el trance por el que se vive a partir de la pandemia, y quiénes finalmente lograrán estar a la altura de la demanda colectiva. Es de resaltar que en este marco de circunstancias, no todos los que logren obtener la cantidad de sufragios que validen su victoria, serán necesariamente quienes hayan pasado la prueba, sino más bien, paradójicamente quienes en completa comprensión del peso de la legalidad, de las reglas de juego y de la verdad de la ciudadanía, pervivirán y podrán trazar un camino seguro que permita obtener su confianza total. Ahora los verdaderos triunfos serán lo que valide realmente la justicia y la legalidad, como instrumentos certeros de la fiel expresión popular. ¿Cuántos llegarán a la cita preparados para una nueva era? Esperemos.
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